Tras dos décadas de predominio político de Evo Morales y del Movimiento al Socialismo (MAS), Bolivia vive un viraje histórico. La victoria del centroderechista Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), con el 54,5 % de los votos, frente al 45,5 % de Jorge “Tuto” Quiroga, marca un cierre de ciclo en el tablero político nacional.
El resultado no solo redefine el mapa de poder, sino que también refleja un cambio generacional y social profundo. La derrota del MAS, símbolo de la izquierda indígena-popular latinoamericana, revela el desgaste de un modelo basado en el control estatal, el extractivismo y la redistribución asistencialista que caracterizó los gobiernos de Morales desde 2006.

Paz llega al poder como una figura relativamente nueva en la política nacional. Hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, su carrera se forjó fuera de los grandes centros de poder, desde la alcaldía de Tarija, con un estilo conciliador y pragmático. A diferencia de Quiroga —quien representaba la ortodoxia neoliberal de los años noventa—, Paz propone un modelo intermedio que busca mantener los logros sociales del masismo, pero bajo una lógica más abierta a la inversión privada y a la iniciativa individual.

Resultados y mapa electoral: un país dividido pero con nuevo consenso

El conteo rápido del Tribunal Supremo Electoral (TSE) confirmó una victoria clara: Rodrigo Paz ganó en seis de los ocho departamentos del país.

En La Paz, bastión histórico del MAS, obtuvo más del 60 % de los votos.

Cochabamba, escenario clave por su peso demográfico, también se inclinó hacia el PDC.

Solo Santa Cruz y Beni respaldaron a Quiroga, confirmando su alineamiento con la derecha tradicional.

El mapa electoral revela un fenómeno inédito: una convergencia entre sectores urbanos y rurales a favor de Paz. La estrategia del “capitalismo para todos” caló en una nueva clase media emergente, compuesta por comerciantes, transportistas y pequeños empresarios aimaras y quechuas. Son los “hijos del MAS”, beneficiarios del ciclo de crecimiento pasado, que hoy demandan más autonomía económica y menos control estatal.

Este voto transversal —que une al altiplano con los valles y parte del oriente— otorga al nuevo presidente una legitimidad amplia, aunque con desafíos considerables en la gobernabilidad.

El ascenso de Rodrigo Paz: pragmatismo y discurso moderado

El éxito de Rodrigo Paz radica en su capacidad para construir una narrativa centrista en un país polarizado. Su lema de campaña, “capitalismo para todos”, sintetiza una propuesta híbrida: mantener la inclusión social pero liberar la energía emprendedora de los sectores productivos.

A diferencia de Quiroga, que apostó por un ajuste ortodoxo con apoyo del Fondo Monetario Internacional, Paz evitó la retórica tecnocrática. Su discurso combinó la defensa del mercado con una sensibilidad social heredada de la tradición socialcristiana.
En entrevistas, el mandatario electo ha insistido en que su prioridad será “reducir la burocracia, facilitar la inversión y garantizar que el Estado deje de ser un obstáculo”.

Formado en gestión pública y con experiencia en gobiernos locales, Paz proyecta una imagen de renovación frente al caudillismo histórico boliviano. Su ascenso rompe la lógica personalista que dominó la política nacional durante los gobiernos de Morales y de las figuras conservadoras tradicionales.

El declive del MAS y la transformación de la izquierda boliviana

La derrota del Movimiento al Socialismo representa uno de los reveses más significativos para la izquierda latinoamericana en los últimos años. Tras 20 años de influencia hegemónica, el partido fundado por Evo Morales llega a su punto más bajo desde 2002.

El MAS no solo perdió apoyo en los centros urbanos, sino también entre las comunidades rurales que alguna vez fueron su base más sólida. La falta de renovación interna, las denuncias de corrupción y el desgaste del discurso antiimperialista debilitaron su atractivo entre los jóvenes.
Además, la desaceleración económica de los últimos años —agravada por la caída de los precios del gas y los problemas fiscales— erosionó la legitimidad del modelo redistributivo que había sostenido la popularidad del MAS.

Paradójicamente, Rodrigo Paz capitalizó parte de ese legado: los programas de infraestructura y educación del ciclo masista crearon una generación de profesionales indígenas y mestizos que ahora buscan independencia económica y participación política más directa.

Desafíos del nuevo gobierno: economía, unidad y expectativas

El próximo gobierno enfrenta una tarea titánica. Bolivia llega a este cambio político con un crecimiento estancado, inflación al alza y reservas internacionales menguantes.
Entre sus principales desafíos destacan:

Recuperar la inversión extranjera sin perder la soberanía sobre los recursos naturales.

Reformar el aparato estatal, altamente burocrático y con fuerte dependencia del gasto público.

Reestablecer la confianza ciudadana en las instituciones, tras años de confrontación política y judicialización.

Equilibrar las demandas regionales: el oriente cruceño exige mayor autonomía y apertura comercial, mientras el altiplano demanda protección social y empleo público.

Paz ha prometido mantener los subsidios a los combustibles —a diferencia de Quiroga— y buscar un pacto nacional por la productividad, que reúna a empresarios, sindicatos y comunidades. Sin embargo, la estabilidad dependerá de su capacidad de negociación con una oposición fragmentada, donde el MAS aún conserva fuerza en el Congreso y en varias gobernaciones.

Perspectiva regional: Bolivia ante un nuevo equilibrio latinoamericano

La elección de Rodrigo Paz también altera el equilibrio político regional. Bolivia se distancia del eje progresista que todavía lideran Lula da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia, y se acerca a la línea centrista que representan Santiago Peña en Paraguay y Daniel Noboa en Ecuador.
Sin embargo, Paz ha evitado una ruptura abrupta en política exterior. Ha expresado su intención de mantener la cooperación con China y Rusia —principales socios del MAS—, pero con un enfoque más equilibrado hacia Estados Unidos y la Unión Europea.

El nuevo gobierno buscará reposicionar a Bolivia como un actor energético relevante, aprovechando las reservas de litio en el Salar de Uyuni, uno de los puntos estratégicos más codiciados del continente. Expertos prevén que su administración podría abrir el sector a asociaciones público-privadas, algo impensable durante el masismo.

Conclusión: un país en transición

El triunfo de Rodrigo Paz simboliza la transición de Bolivia hacia una etapa posmasista, marcada por el pragmatismo y la búsqueda de consensos. Su liderazgo, sustentado en una mayoría diversa y en un discurso de reconciliación, deberá demostrar que es posible combinar crecimiento con justicia social sin recurrir al autoritarismo ni al dogma económico.

Bolivia se enfrenta a una oportunidad única para redefinir su identidad política: una nación que, tras dos décadas de polarización, parece dispuesta a ensayar un equilibrio entre el Estado y el mercado, entre lo indígena y lo moderno, entre la memoria de Evo Morales y la promesa de un nuevo tiempo.

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