Pensábamos que comportarse como un perfecto cascarrabias era síntoma inequívoco de estar inaugurando la vejez.

Es cierto que cada etapa de la vida nos predispone de un modo diferente para afrontar los avatares o buscar el lado positivo de la realidad, pero una investigación de la Universidad de California, dirigida por el psicólogo Ted Schwaba, ha descubierto que tenemos algunas ideas equivocadas.

Después de entrevistar a 1.169 participantes de 26 a 71 años, los investigadores observaron que el optimismo estaba alicaído en las personas con menos edad y, sin embargo, encontraron su punto más alto alrededor de los 55 años, edad en la que otros atributos, como la autoestima y la satisfacción vital están también en sus mejores niveles.

Es un logro progresivo. Durante siete años, los voluntarios completaron en cuatro ocasiones diferentes una prueba de orientación de vida con preguntas ideadas para medir el optimismo, además de participar en otros test.

Lo primero que sorprendió a los autores de este estudio, publicado en Social Psychology and Personality, es que la cantidad de eventos negativos que uno sufre no conducen necesariamente al pesimismo.

Lo que sí determina un mayor optimismo en la edad adulta son los logros progresivos, como obtener un título universitario, enamorarnos o tener un buen sueldo. Son factores que permiten una autonomía y la capacidad de control, imprescindibles en esta sensación de felicidad.

Estos hallazgos echan por tierra las ideas que expone el filósofo Voltaire en Cándido o el optimismo, un cuento filosófico de 1759.

El joven protagonista recibe enseñanzas de Pangloss acerca de cómo el optimismo guía el funcionar de la vida. Después de una serie de vivencias, Cándido descubre ni el optimismo guía el mundo, ni este es precisamente maravilloso. “Es la manía de sustentar que todo está bien cuando está uno muy mal”, dice el joven.

Fuente: Agencia Sapiens

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